RAMÓN PELINSKI Y LAS PARTITURAS

CÓMO LLEGAN LAS PARTITURAS A NUESTRAS MANOS
Buenos Aires, Argentina. Lavalle, nº 1547, quinto piso, ascensor. Sección cultural de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores.
Allí tenía su despacho José Bragato, compositor, violoncelista y arreglista de muchas obras de Astor Piazzolla. Bragato creía necesario liberar la música de Piazzolla de una fatalidad: la del bandoneón. Había llegado a Buenos Aires para apropiarse del tango – y de la música de Piazzolla que, como es sabido, era un ilustre bandoneonista. Cuando en 1983 estuve en Buenos Aires buscando música para un cuarteto de tango que había fundado en Montreal, fui a ver a José Bragato. Me ofreció generosamente, copias de sus arreglos para cuarteto de cuerdas y piano de obras de Piazzola. No podía imaginar entonces que un día, siendo ya vecino catalán, conocería en Girona a los músicos del Cuarteto Gerió que, también buscaban música de tango. No dudé un instante en compartir con ellos las mismas copias que me había regalado Bragato. La mayoría de estos arreglos son los que hoy incluye el Cuarteto Gerió en su repertorio. Hasta aquí la anécdota. ¡Voilà!
Aunque veinticinco años más tarde las notas siguen siendo las mismas, la manera de interpretarlas ha ido cambiando. Sería tarea inútil querer imitar hoy el pragmático estilo de aquellos dos quintetos porteños para cuyos músicos Piazzolla solía escribir su música: una extraña oposición de ritmo implacable y sublime melodía, de efecto corpóreo y afecto emotivo, de erupción volcánica e infinita ternura que sus músicos sabían despertar.
Desde la desaparición de Piazzola (1921-1992), solamente los grupos conscientes de que el camino más corto que conduce a Roma no es el de la imitación sino el de la reinterpretación, han conseguido iluminar, cada cual a su manera, rasgos velados de la música de Piazzolla: su textura contrapuntística que quizás la preponderancia rítmica y melódica de las antiguas “interpretaciones auténticas” ocultaba, y su organización racional del material musical, subyacente a la vehemencia con la que aquellas interpretaciones arrastraban al público. En cambio, en la presente interpretación del Cuarteto Gerió es audible la voz de la cordura: la templanza, la decadente belleza otoñal de Oblivion con una primorosa variación del piano venida desde el jazz – una música a la que Piazzolla había entregado la mitad de su alma – y no permite que el privilegio otorgado por las versiones ‘auténticas’ a la invención rítmica y melódica de las Cuatro Estaciones de Buenos Aires, borre otras sutilezas musicales que encierra la partitura de Piazzolla.
Las obras seleccionadas para este álbum que se grabó en 2009, son grandes éxitos de la música piazzolleana. Salvo las tardías Oblivion y Four, for Tango, las demás piezas fueron compuestas entre 1954 y 1967, una época de enorme creatividad en la que Astor Piazzolla definió los rasgos de su estilo personal. Muerte del Ángel y Milonga del Ángel, son dos modelos estilísticos a los que Piazzolla recurrió a menudo: el tango con predominio rítmico que representa el costado dinámico y violento de la gran ciudad, y la milonga lenta que transmite la soledad y la melancolía de los barrios porteños. Estas emociones se dan cita en cada una de las Cuatro Estaciones porteñas, piezas más elaboradas en las que Piazzolla deja al oyente responder si se trata de tango porteño que aspira transformarse en música de cámara, o música de cámara que se acuerda de sus raíces en los barrios porteños. Esta ambigüedad estética es un recurso específico del kitsch como arte del engaño, una astucia compositiva que sirve al omnipresente melómano piazzolleano, como promesa de felicidad (o parodia de catarsis) gracias al pasajero afecto emotivo producido por el efecto de su obsesión rítmica por el 3+3+2, el encanto tímbrico del bandoneón y la sorprendente belleza de algunas melodías.
Adiós Nonino, compuesto en memoria de su padre, es el tango más famoso de Piazzolla:
“Me propuse mil veces hacer uno superior y no pude. Tiene un tono intimista, parece casi fúnebre y sin embargo rompió con todo. El día que lo estrenamos, con el Quinteto, los músicos y yo dijimos ‘con esto no va a pasar un carajo, no le va a gustar a nadie, pero toquémoslo, es lindo’. Era una época en la que casi todos los temas del repertorio tenían la polenta de Calambre, Los Poseídos, Lo que vendrá,… Y Adiós Nonino terminaba al revés, como la vida, se iba yendo, se apagaba. A la gente le gustó de entrada. Yo diría que porque tiene un misterio especial, la melodía, y en contraste con la melodía, la parte rítmica, el cambio del tono y ese glorioso final con un desenlace triste. Quizás gustó por eso, porque era diferente a todo.”
Entonces, Gerió, añadió una más a las 170 grabaciones ya existentes de este tango.
El nuevo tango de Astor Piazzolla es en gran parte el resultado de una fusión singular entre el tango porteño y otras músicas – el jazz, el rock, o la música erudita. Piazzolla, enraizado en el tango porteño, es al mismo tiempo el compositor nómada siempre dispuesto a desterritorializarse sobre la música del Otro, y a integrarla dentro de su propia invención: el Nuevo Tango. Viajes, exilios voluntarios y giras de concierto se espejan en su estilo de composición que, seguro de su anclaje identitario en el tango porteño, asume diferentes máscaras sin confundirse con ninguna de ellas. Piazzolla en clave de jazz o de compositor erudito es el nómada que permanece leal a su lugar de origen: el tango porteño que como un murmullo o un perfume, envuelve todas sus composiciones.
Piazzolla compuso música para un público melómano dispuesto a hacerse cómplice de la seducción de una melodía ‘inefablemente bella’, o a entregarse activamente a la ‘experiencia corporal’ de un ritmo ineludible. La estrategia compositiva de Piazzola, consiste en lograr una coexistencia pacífica de lo diverso en un espacio de placer sonoro convergente con el kitsch.
En suma, Piazzolla funde y confunde alteridades musicales en la clara identidad de su personalísimo estilo. Reacia a las clasificaciones, su música permeabiliza los límites entre música popular y erudita, local y global, vanguardista y clásica, en una metástasis de regocijos tangueros que invade el proceso de composición, la práctica de la interpretación, la recepción de su música y, por qué no, la tentación de hacer un disco con ella.
-Ramón Pelinski (1932-2015)